miércoles, 19 de marzo de 2008

Simone de Beauvoir y la educación femenina

Ybeth Arias Cuba
Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Este artículo rescata las nociones de Simone de Beauvoir sobre la educación femenina en su texto El Segundo Sexo. Ella parte de la afirmación de la desigualdad social, económica y cultural entre varones y mujeres existente en todo el mundo y que se mantiene hasta nuestra actualidad, además realiza un recuentro de los discursos históricos alrededor de la educación femenina. Y es que en realidad, a pesar de los logros legales que las mujeres hemos alcanzado en términos de derechos, las restricciones a mejorar nuestras vidas son muchas, haciendo visible la inequidad de condiciones vitales entre varones y mujeres. Todavía reconocemos al mundo como dominio del otro masculino.

Beauvoir señala que las mujeres son educadas, en representaciones y prácticas, para ser inferiores ante su par masculino. Por tanto, en ocasiones las mujeres prefieren adoptar costumbres masculinas para combatir las humillaciones ejercidas por los varones hacia sus personas. La educación femenina como entrenamiento de promover su inferioridad es un proyecto no moderno sino que procede de la Antigüedad haciéndose más patente en las sociedades griegas y romanas. Aun en el siglo XVI fueron muy escasas las mujeres que se educaron, y en este tiempo las más instruidas eran las nobles y las damas de las cortes. En el siglo XVII, la cultura se extiende por la intensificación de la vida secular y el gusto por las tareas intelectuales, así algunas mujeres nobles a través de sus diálogos, lecturas, educación recibida por profesores particulares y su asistencia a conferencias llegan a acumular mayores conocimientos que sus esposos, incluso algunas incursionan en la literatura y otras influyen fuertemente en las cortes mediante sus relaciones con los integrantes masculinos de las cortes.

Durante el siglo XVIII, la independencia femenina de las elites aumentó, a pesar de que su educación todavía es escasa y la imposición de una moral rigurosa. Aquellas que eran inteligentes y ambiciosas crearon una literatura demostrando la necesidad de la equidad entre los varones y mujeres siendo las mujeres oprimidas por la tiranía masculina al limitar, a veces de manera violenta, las actividades en que se podían desarrollar las mujeres. Progresivamente algunos ilustrados señalan que era importante facultar a las mujeres de mayores derechos ya que sus condiciones opresivas eran resultado de la dinámica social, pero aun se esencializa a las mujeres en sus roles de esposas y madres.

Como se conoce, surgieron diversas líderes en las acciones de la Revolución Francesa que en un primer momento fueron bienvenidas por los revolucionarios, empero sus propuestas los atemorizaron llevándolos a silenciarlas incluso con la bastilla. Esta tendencia continuó disimuladamente en el gobierno del emperador Bonaparte, quien paulatinamente dio leyes para restringir las libertades de las mujeres. Con los discursos positivistas, las mujeres fueron consideradas como seres biológicamente inferiores, lo que les hacia propensas a poseer una debilidad intelectual siendo seres puramente afectivos, su lugar es definitivamente el hogar.

Los autores del siglo XIX recomiendan que se exonere a las mujeres de todas los oficios pesados tratándolas bien para que así de forma sumisa aceptasen sus roles de esposas y madres. Por eso que las mujeres burguesas se sentían más cómodas con su situación por sus privilegios de clase. Por otro lado, el socialismo utópico exige mayores libertades para las mujeres siendo oprimidas al igual que los obreros, pero en la práctica se seguía esencializando a las mujeres en sus roles domésticos, es más las labores femeninas fueron convertidas en místicas para convencerlas de su importancia en el camino hacia un mundo mejor. Se solicitó su mejora educativa más que su reivindicación. Proudhon se transformó en el mayor defensor del rol femenino en los hogares.

A pesar de todos los obstáculos fueron surgiendo movimientos feministas que buscaban la justicia en la igualdad en el transcurso de los siglos XIX y XX. Por lo que también emergen grupos antifeministas abiertos o disimulados, quienes emitieron sus opiniones frente al sufragio femenino. Algunos señalaron que las mujeres eran menos inteligentes y educadas que los varones imposibilitándolas del ejercicio del voto, además se corría el riesgo de que solo obedecerían a sus esposos en el sufragio. En el frente soviético, se realizan avances legales al establecer en su constitución que las mujeres recibirían educación pública financiada por el Estado con la intención de alejarlas de contextos opresivos.

En la actualidad, existen mejoras en la educación femenina pero en estos momentos lo más importante es descubrir cuales son los principales problemas que aquejan a la educación femenina. Se identifica la permanencia de la noción de inferioridad en la educación de las mujeres desde niñas. En estas condiciones, algunos padres optan por masculinizar la educación de sus hijas, pero las personas que los rodean no lo permitirán. Aunque, ahora las niñas y adolescentes estudian más y practican deportes no se les anima al éxito con el mismo ímpetu que a los varones, y eso hace que alcanzar el éxito sea más difícil para ellas. Se las educa para que huyan de los golpes de la vida haciéndolas vulnerables refugiándose en el ámbito que se cree que es natural para ellas: el hogar. Sin embargo, incluso en el hogar se sienten vulnerables porque no reciben una educación sexual sin tapujos para su placer, sino que esta constreñida a su rol de esposa y madre.

Este complejo de inferioridad influye mucho en su desempeño como intelectual o artista. Las que acuden a educarse además de las tareas escolares, muchas veces asumen labores en sus casas, lo que no se impone a sus hermanos incluso se le limita sus salidas a la calle. Es claro que si las mujeres se dedican a sus estudios y su aprendizaje profesional tendrán menos concentración en sus conflictos sentimentales y sexuales. Empero, en varias ocasiones en las estudiantes y trabajadoras se genera el miedo de descuidar su destino como mujer.

Los proyectos personales de las mujeres son dejadas de lado por el escaso compromiso que invierten ellas en su realización personal. Buscan en el matrimonio una posición social que la legitime. Esta actitud se fundamenta en la inequidad económica entre varones y mujeres que las obliga a aspirar a un éxito pasivo.

En el matrimonio la opresión continúa para las mujeres. Ella es desigual en términos de experiencia y educación, lo que permite a los varones desarrollar plenamente su fase adulta. Esto influye también en la educación de sus hijos, cuanto más experiencia posea dará más a sus hijos y les pedirá menos. Los obstáculos de las mujeres como educadoras se centran en que el trabajo femenino es todavía una esclavitud, y aun es vulnerable el cuidado y educación de los niños fuera del hogar.

Además surgen representaciones hegemónicas en los medios de comunicación que promueven que las amas de casa sean bellas, elegantes y buenas madres y excelentes servidoras domésticas. Cuestión que si se cumpliese causaría grandes crisis psicológicas pues la deformación del cuerpo por la maternidad y las preocupaciones dificultan estos ideales.

Regresando al tema de la educación superior de las mujeres, Beauvoir señala que justamente los años decisivos de sus carreras (18 a 30 años), las mujeres comienzan con desventajas porque en ese lapso de edades se intensifican los conflictos de la feminidad. Las personas de su alrededor raramente las apoyan como podrían hacerlo con los varones.

La profesional se siente inferior frente a su amiga casada intimándose por su capacidad de lograr su propio éxito. Su marcha es tímida e insegura. Surge el temor de renunciar a la esperanza de librarse del cuidado de sí misma. Así se conforma con un éxito mediocre.

Por todo lo señalado, Beauvoir concluye: «Ya hemos visto que, en verdad, toda su educación conspira para cerrarle los caminos de la revuelta y la aventura; la sociedad entera -empezando por sus respetados padres- le miente al exaltar el excelso valor del amor, de la devoción y la abnegación, y al ocultarle que ni el amante, ni el marido, ni los hijos estarán dispuestos a soportar su embarazosa carga. Acepta ella alegremente tales mentiras, porque la invitan a seguir la pendiente de lo fácil: y ese es el peor crimen que se comete contra ella; desde su infancia y a todo lo largo de su vida, la miman y corrompen, designándole como vocación esa dimisión que tienta a todo existente angustiado por su libertad; si se invita a un niño a la pereza, divirtiéndole todo el día, sin darle ocasión para estudiar, sin mostrarle su utilidad, cuando llegue a la edad madura no podrá decirse que ha elegido ser incapaz e ignorante: así es como se educa a la mujer, sin enseñarle nunca la necesidad de asumir por sí misma su existencia; y ella se abandona de buen grado, contando con la protección, el amor, la ayuda y la dirección de otro; se deja fascinar por la esperanza de poder realizar su ser sin hacer nada».

1 comentario:

Atenea dijo...

Me parecen excelentes ambos artículos, tanto el que trata de Simone de Beauvoir y la educación femenina como el de Miguelina Acosta.

Y hablando en concreto de este post, definitivamente muchas de las cosas mencionadas son bastante ciertas, de hecho en el siglo XIX hasta se decía que toda mujer debía saber si o si coser, esta era una materia obligatoria en los colegios de mujeres, no se alentaba el estudio de las ciencias a las mujeres en cambio a los hombres si.

Y bueno tal como comentan en la actualidad hay obviamente muchísimos avances en el tema de la educación de nosotras las mujeres, pero aún hay ciertas dósis de machismo en nuestra sociedad, aunque ya no se manifiestan tan abiertamente. Recuerdo que cuando estaba en el colegio en una ocasión el profesor de literatura estaba conversando durante un descanso sobre no sé que libro con varios de los chicos de mi salón y las chicas estaban por otro lado hablando de otras cosas (y no precisamente literatura), la verdad que fue curioso, pero en el fondo te deja que pensar.

Creo que ya me extendí demasiado :).

Un saludo!